Comparando a una persona igual a un edificio.
5 Entonces vino a mí la palabra del Señor, diciendo:6 ¿No puedo yo hacer con vosotros, casa de Israel, lo mismo que hace este alfarero? —declara el Señor. He aquí, como el barro en manos del alfarero, así sois vosotros en mi mano, casa de Israel. 7 En un momento yo puedo hablar contra una nación o contra un reino, de arrancar, de derribar y de destruir; 8 pero si esa nación contra la que he hablado se vuelve de su maldad, me arrepentiré del mal que pensaba traer sobre ella. 9 Y de pronto puedo hablar acerca de una nación o de un reino, de edificar y de plantar; 10 pero si hace lo malo ante mis ojos, no obedeciendo mi voz, entonces me arrepentiré del bien con que había prometido bendecirlo.
Jeremías 18: 5-10
Podemos pensar en una persona como un edificio que necesita ser edificado.
El alfarero Cuando hace su vasija pero ve que lo que él edificó se echó a perder la destruye y vuelve a hacer una nueva.
Dios es nuestro alfarero espiritual. Así como el alfarero cuando ve que su obra maestra se ha echado a perder, él también muchas veces tiene que edificarnos de nuevo.
En este tiempo de hoy el ambiente religioso ha sufrido modificaciones. En el pasado se le exigía demasiado a una persona que tomaba la decisión de convertirse al evangelio. Por ejemplo para muchos que una familia participara en alguna actividad que no fuera los que se hacía en la iglesia era un acto de rebeldía total. Se pensaba que no iría al cielo. Por otra parte vemos en nuestros días como todo es permitido y se dice que nada es malo.
Si alguna de las parte de un edificio se construye mal el edificio va a caer irremediablemente. Así igual todo lo que queremos edificar sea una carrera, una familia, una iglesia o nuestra propia vida espiritual. Así que debemos de edificar cuidadosamente.
Antes nada era permitido y todo era malo, ahora por el contrario todo es permitido y todo es bueno. Los dos son extremos y los extremos no son adecuados. Por eso para edificar hay que tener cuidado de no irse a los extremos.
Así como el alfarero ve su vasija y luego de terminada ve que no está bien echa y la vuelve a hacer, así también nuestro padre hará con nosotros cuando mira que algo no está bien en lo que se edificó.
Tratemos de edificar bien.
Muchas bendiciones!