En algún momento en nuestra vida nos hemos dado cuenta que ni la luna es de queso ni las nubes son de algodón como nos lo habían dicho desde que éramos niños. Sino que la vida es dura. Por lo general la vida de cada persona está llena de desafíos y problemas con los cuales tienes que lidiar frecuentemente.
Siempre se ha dicho que cada persona nace con un propósito ó una meta que debe cumplir mientras viva. No es la excepción para nosotros los cristianos.
Tener un ministerio, un lugar de liderazgo o simplemente ayudar a los demás debe de ser definitivamente nuestra meta y nuestro mayor satisfacción.
Poder cumplir con la encomienda que el Dios del cielo el todopoderoso nos ha delegado será la brújula más segura a seguir.
Pero cada ser humano se encuentra ocasionalmente con un paradigma. Escoger entre una meta fijada o seguir la voluntad de Dios sea la que sea.
Definitivamente como personas y como creyentes deseamos ser útiles en la viña del señor pero ciertamente por otro lado queremos estar firmes sabiendo cuál es su voluntad.
Tener un ministerios, un título o liderar en algún área específica son cosas que cada creyente debe ejercer según su capacidad y el don que Dios le ha dado. Pero eso no significa que ejerciéndolo nos llevará necesariamente al cielo. Por el contrario hacer la voluntad de Dios definitivamente que si. Servir a Dios y a los demás es un privilegio no merecido.
El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, Y tu ley está en medio de mi corazón.
Salmos 40:8 – RVR1960
Muchas bendiciones!