Hablar de liderazgo es hablar de un tema sumamente complejo.
En la vida secular, “supervisor” o “jefe” “boss” (en inglés) se le llama a una personas que está a cargo de un grupo.
Hace unos años atrás estas personas estaban encargados básicamente de dar órdenes y asegurarse que estás fueran cumplidas. De esa manera se aseguraba que el trabajo fuera completado.
Sin embargo éste concepto ha cambiado significativamente. En éste tiempo un supervisor es más bien un facilitador. Es una persona que se encarga de servir y facilitarle el trabajo a las personas que tienen a cargo.
Si hablamos del liderazgo en lo que llamamos la Iglesia pudiéramos decir que se puede aplicar las misma reglas.
Los líderes deben de tener lo que pudiéramos llamar un ojo “biónico”. Esta persona debe de estar buscando las cualidades y los puntos fuertes que tienen cada persona. Así podrá colocarlo en cada departamento según sus cualidades. No solo eso sino también darle las herramientas que esta persona necesita para hacer su trabajo con efectividad.
En el liderazgo en el mundo religioso sin embargo existen varios factores que posiblemente no existe en el mundo laboral. Uno de ellos es entender que cada persona que está a nuestro servicio no nos pertenece, sino que más bien ellos le pertenecen a un ser supremo, a un Dios omnipotente.
Lo más importante de todo esto es comprender que cada uno pertenece al reino y cada uno en algún momento deberá dar cuentas por el trabajo que le fue comisionado. En otras palabras no hay grandes ni pequeños sino que todos trabajamos para un mismo reino y para un mismo Dios.
Muchas bendiciones!